Sí, finalmente presentó su renuncia. Como es habitual, no sabemos si lo hizo por propia voluntad (que es lo esperable) o porque le forzaron desde su partido (que es lo que suponemos). Pero en el fondo, da lo mismo. Lo importante es que tenemos fuera de las instituciones públicas a una persona que no representa un espejo en el que mirarse.
No voy a entrar a valorar por qué seguía en política alguien que decía estar hastiado de sus responsabilidades en el Senado, aunque se me ocurren diversas razones; todas ellas reprobables desde un sentido ético, porque lo que verdaderamente me interesa es el síntoma que representa Granados: la desconexión ética con la labor de servicio público.

¿Cuál es la catadura moral de alguien que no es capaz de darse cuenta que lo que está en juego aquí es el principio de ejemplaridad que se exige a los cargos públicos?, ¿qué nos importa un bledo cómo y cuándo amasó esos ahorros (y es un decir. Más aún cuando estamos hablando de un representante de los ciudadanos… Pero en este caso, parece secundario)?, ¿no tiene la suficiente cabeza para darse cuenta del mensaje que manda a la ciudadanía un cargo público que decide llevar su dinero a un paraíso fiscal? Bueno, pues por lo visto, la respuesta es no… Decepcionante.
Jaime Biencinto Martín.
Concejal del Grupo Municipal Socialista de Arganda
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